El mapache está harto de que siempre se le omita de las historias para hacerlas más comerciales, quiere contaros lo que sucedió de verdad en este cuento, no parará hasta que se sepa la verdad…
Caperucita y el mapache
Érase una vez una niña, aunque la llamemos Caperucita, no es la Caperucita Roja del famoso cuento, por razones legales. En aquella época, las madres eran muy dadas a mandar a sus hijas a las profundidades de un peligroso bosque por cualquier razón, esta vez tocaba llevar una copiosa y deliciosa merienda a su abuelita.
La niña se encaminó a las profundidades del bosque, en esos tiempos la esperanza de vida no era muy alta y no tenían miedo, por lo que no le asustó encontrarse con el lobo.
—¿A dónde vas, niña? —Dijo el lobo con ronca amabilidad.
—Voy a llevarle la merienda a mi abuelita. *hace un gesto adorable con la cesta*
—Pues ha sido buena idea cruzar por el territorio del lobo para estar segura. *hace una mueca como intentando sonreír*
El mapache no andaba lejos y la palabra «merienda» retumbó en su cabeza, le venían flashes como en las películas de Vietnam. Se acercó a estudiar cómo podía conseguir ese delicioso botín y vio al lobo hablando con una niña que parecía no saber distinguir un animal peligroso de uno inofensivo. Eso jugaría a favor del mapache.
El mapache se percató del peso de la cesta por lo roja que iba la niña del esfuerzo, a juego con su caperucita… magenta. Tenía que idear un plan para hacerse con el botín, no podía permitir que el lobo (que estaba tramando algo) se saliera con la suya, malditos depredadores alfa. Cuando el lobo se fue, el mapache ya había pensado todas las posibilidades, porque tenía una misión.
—Déjame que te ayude a llevar esta pesada carga, nadie debería tener que llevar algo tan valioso solo, ¡mira a Frodo!
—¿Y ahora quién eres tú?
—Soy indi el mapache, un animal claramente más inofensivo e inteligente que un lobo. ¿Has lavado esa comida?
—Ni te acerques a la merienda de mi abuelita.
—¿Quieres que la pruebe para asegurarnos de que tu abuelita no se pone enferma?
—…
—Ahora mucha gente enferma por esas cosas.
En esos tiempos no existían los auriculares, así que con mucha charla y habilidad el mapache se las ingenió para ir vaciando un poco la cesta en los descuidos de la niña, y también obtenía recompensa por parte de la niña si se callaba un poco.
Tuvieron que parar a descansar, en esa época echaban un día para cualquier cosa, tan cansada estaba la niña que cerró los ojos un momento. Al despertar el mapache se había ido con su caperuza, la niña lo buscó un rato pero no había dejado ni rastro por lo que decidió continuar pese a la repentina ventisca para dar más dramatismo.
Cuando llego a casa de su abuelita la escena era un poco extraña, el mapache y la abuelita un poco sucios y desgarbados, el mapache lleva puesta la caperuza sucia como en una fantasía extraña.
—¿¡Qué pasa aquí!?
—Esto no es lo que parece, Caperucita…
El mapache explicó que llegó a casa de la abuelita disfrazado para robar algunas baratijas (queremos pensar que se sabía todo lo que pasaba) y se encontró al lobo durmiendo tras los que parecía una buena comida (la abuela), el mapache aprovechó un ronquido del lobo para colarse en su estómago, allí encontró a la abuela y la salvó.
Como era muy fan de Cadena Perpetua decidió salir por el camino difícil, el lobo se despertó por el dolor cuando alcanzaron la luz y se fue avergonzado, sin mediar amenazas.
«indi alcanzó la libertad (y la de la abuela) arrastrándose por 500 yardas de porquería que apestaba como no me puedo ni imaginar. O quizá no quiera imaginármelo. 500 yardas. La longitud de cinco campos de fútbol, casi media milla… indi el mapache se arrastró a través de un río de mierda y apareció limpio al otro lado. Los que le conocíamos mejor hablábamos de él muy a menudo. Es increíble todo lo que consiguió. A veces me entristece que indi no esté aquí y tengo que acordarme de que algunos pájaros no pueden ser enjaulados»
La niña aprendió una valiosa lección, todo el mundo es desconocido en un principio, hay que saber elegir a los desconocidos que merecen la pena.
Cuando todo se calmó un poco y se ducharon, Caperucita y su abuelita invitaron al mapache a merendar pero cuando abrieron la cesta solo había una especie de billete hecho con lápices de colores, la adorable niña pasó a un tono algo más pasivo-agresivo, había sido un día duro.
—¡Mapachico, mapachico, qué manos más largas tienes!
—¡Son para robarte mejor! *hace el corazón con las paticas, los tres ríen y cortinilla de estrella*
El mapache consiguió merendar varias veces un mismo día y una caperuza magenta la mar de abrigada (la leyenda continua).
Es otra manera de salvarlos a todos (sobretodo a la merienda) en la que todos ganaban, bueno, puede que el lobo en su huida tropezara con el cazador y se lo comiera porque el mapache lo dejó atado para poder salvarlas él y al botín…
Nadie dijo que fuera fácil ser un héroe.
Fin
El mapache espera que os haya gustado mucho aunque la verdad no suele gustar, pero este no es el único en el que el mapache ha sido borrado de la historia y está dispuesto a destapar todos los casos aunque se busque más enemigos.